EL DIABLO COJUELO

Seguidor de Quevedo y sevillano fue Luis Vélez de Guevara (1579-1644), autor de El diablo cojuelo (1641), sátira en que el estudiante Cleofás, huyendo del matrimonio con cierta mujer, libera al diablo cojuelo de la redoma en que le tiene su dueño, astrólogo eminente. De la sociedad madrileña, nido de corrupción social, pasa a Sevilla. Leemos sátiras de literatos, cómicos, nobles, etc., acompañadas de figuras alegóricas. La llegada a Sevilla de la presunta esposa de Cleofás y la persecución que otros diablos hacen del nuestro, devuelven al estudiante a Alcalá; a la frustrada esposa, a Indias; y al diablo, a su infierno. Es de destacar la descripción que hace la novela de la sociedad madrileña del S.XVII, y la pericia y picaresca del personaje del Diablo que con sus travesuras y andanzas va descubriendo la vida cotidiana del Madrid popular y de sus calles y corralas. Este personaje está sacado de otra novela escrita nada más y nada menos que por Miguel de Cervantes, y estamos hablando de “El Quijote”. Además en 1971 se hizo una película de producción estatal y en diversos paises latinoamericanos se utiliza la figura del diablo cojuelo siendo esta una consecuencia directa de la herencia de la colonización española en el cono sur americano la cual ha sido asimilada y mezclada con los ritos y costumbres paganos de estas culturas autoctonas. También existió un periódico que se llamó “El diablo cojuelo”: El Diablo Cojuelo ―que tal fue el nombre del impreso―, fue una especie de volante y se imprimió ―un solo número― el 19 de enero de 1869 en La Habana, por Fermín Valdés Domínguez. Fue en un momento en que el Capitán General, entonces Domingo Dulce, había decretado un período de libertad de prensa. El artículo de fondo era de Martí y alguno de los sueltos también. El Diablo... tenía más valor patriótico que literario o periodístico; se ha dicho de ese único ejemplar que son marcas martianas de sus “primeras manifestaciones en prosa contra el régimen colonial y a favor de la independencia de Cuba”. En la portada dejaba claro: “Nunca supe yo lo que era público, ni lo que era escribir para él, mas a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo a hacerlo. Poco me importa que un tonto murmure, que un necio zahiera, que un estúpido me idolatre y un sensato me deteste. Figúrese usted, público amigo, que nadie sabe quién soy: ¿qué me importa que digan o que no digan?” En otra parte de sus reflexiones Martí advertía: “esta dichosa libertad de prensa, que por lo esperada y negada y ahora concedida, llueve sobre mojado, permite que hable usted por los codos de cuanto se le antoje, menos de lo que pica; pero también permite que vaya usted al Juzgado o a la Fiscalía, y de la Fiscalía o el Juzgado lo zambullan a usted en el Morro, por lo que dijo o quiso decir”. Al final del artículo el maestro proclamaba: “¡Conque al periódico, público amigo!, ¡al periódico, buen diablo!, ¡al periódico lector discreto!, ¡y lluevan pesetas como llueven diabluras!”. En el pequeño impreso aparecían algunas escenas mínimas, no carente de agudo humor y trasfondo crítico, reflejo del acontecer sociopolítico más candente del año: ― “¿Señor Castañón? ― ¿Qué hay? ― Aquí lo busca a usted la señorita Cuba, que viene a reclamar su voz, que según dice, ha tomado usted sin su licencia. ― ¡Ay, cierra, cierra, amigo! Di que me he ido al infierno, que...que qué sé yo...en fin...mira...como te atosigue mucho, le dices de mi parte, que pienso mudar de voz, ¿eh? Pero pronto, ¡pronto! “No sabemos a estas horas si la señorita Cuba entró o no entró. A tiempo avisaremos este fausto acontecimiento” Cuando salió a la luz El Diablo Cojuelo faltábanle a Martí nueve días para cumplir los 16. La figura del Diablo y su historia representa al Madrid del pueblo, cotidiano, a ese Madrid escondido en mil rincones, en sus calles y sus plazas y en sus tabernas… al Madrid Castellano que nos han robado en este último siglo. Representa a la gente y sus aspiraciones de seguir adelante y denunciar las injusticias que ocurren en nuestra tierra y de “endiablar” a los que nos rodean para que ellos también denuncien las injusticias y aprendan de su cultura que está enterrada y a la cual el diablo (ese que somos nosotros….) intenta desenterrar para tod@s. En definitiva el diablo cojuelo es un personaje simpático y combativo, satírico y travieso como los trasgus asturianus y que recoge nuestra historia y nuestras raices a traves de la literatura y de la sabiduría popular, herencia de generaciones y generaciones de madrileños que como nosotros algún dia habitaron estas tierras de castilla. El diablo que, un mal día quedó cojuelo después de ser expulsado del infierno por el mismísimo Satán, harto ya de sus bromas y travesuras… y que levanta los tejados de las casas de Madrid en busca de las vidas de todas aquellas gentes que viven y malviven en este pedazo de tierra.